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Julieta Muñoz

Quilotoa: Paraíso Verde Azulado

Actualizado: 13 oct 2021


La mayoría de parejas piensa en sol, mar y arena cuando planifican un viaje romántico—una playa en el Caribe, o el Mediterráneo, o en la Riviera Maya. Yo, por mi parte, pienso en la montaña, porque es más acogedor pasar una noche frente a una chimenea que con el aire acondicionado a toda potencia.

El frío hace que te acurruques más a tu pareja, ¡mientras que con el calor te quedas sudado y pegajoso! No niego que la playa sea un destino maravilloso, pero para mí la montaña es el paraíso.

En el Ecuador, la Sierra no es una región homogénea. Es justamente por las montañas que tenemos tanta diversidad, ya que la diferencia en altitud crea un sinnúmero de microclimas que permiten que haya páramos de pajonal, humedales, varios tipos de bosques y glaciares. En los últimos años, ha aumentado el interés por la montaña, por ello existen muchos grupos, clubes y empresas turísticas que se dedican al senderismo y ascenso a las altas cumbres.

Desde que me inicié en el montañismo oficialmente en el 2018, he alcanzado muchas cimas, entre ellas, el Cotopaxi, Chimborazo y Cayambe, pero sin duda mi lugar favorito en los Andes es el circuito del Quilotoa.

En el verano del 2007, un amigo polaco me visitó y fue gracias a él que conocí la Laguna del Quilotoa, un cráter lleno de agua formado hace más de 800 años, en la provincia de Cotopaxi. En aquella época, la carretera no estaba pavimentada y era más angosta, por lo que el viaje tomaba cerca de 5 horas desde Quito.


El único hotel que había en la comunidad era el Quilotoa Crater Lake, del cual lo que más recuerdo son los adorables cuyes corriendo por el patio. Las artesanías se vendían al aire libre sobre mesas rústicas de madera con un techo de plástico negro.


El sendero para bajar a la laguna era sumamente resbaloso y empinado, lo cual no ha cambiado mucho, pero había menos afluencia de turistas. El recorrido en mula para subir de regreso costaba USD 2, a diferencia de los USD 10 que cobran en la actualidad. No había kayaks para alquiler ni tampoco una oferta gastronómica significante. Efectivamente, el destino me sorprendió mucho, porque para mí la laguna más bonita hasta entonces era Cuicocha en Imbabura.


Aprovecho para compartirles la leyenda del Quilotoa, que por cierto es una historia de amor, como lo hay de otras montañas de nuestros Andes. Se dice que la princesa Quilotoa estaba enamorada del Cotopaxi, pero sus padres, los Illinizas, desaprobaban dicha relación, por lo que Quilotoa estalló en furia, haciendo volar su cima en pedazos, alcanzando sus rocas las faldas del Cotopaxi, y su llanto de tristeza formó la laguna.


Actualmente, el circuito del Quilotoa es famoso y conocido, especialmente por los turistas extranjeros. Es irónico cómo a veces los locales no valoramos las maravillas naturales que tenemos. No obstante, gracias al mejoramiento de las vías de acceso y la nueva infraestructura turística hay más visitantes ecuatorianos. Si bien mucha gente viene al sector sólo por el día, es altamente recomendable pasar unas noches para aprovechar mejor el viaje. Por ejemplo, después de una caminata larga, no hay nada más relajante que meterse al sauna del Black Sheep Inn. Luego, para estirar los músculos, realizar una rutina de yoga dentro la sala o sobre el balcón al aire libre. Para aquellos que prefieren menos actividad física, pueden disfrutar de las otras instalaciones del hotel como el campo de frisbee golf, la cancha pequeña de vóley o el gimnasio compacto.



Una de las actividades más populares para los montañistas es la vuelta al cráter que comprende más o menos 12 km, llegando a una altura máxima de 3.930 msnm. Sin embargo, la caminata predilecta es desde la laguna hacia Chugchilán, o viceversa, que abarca 10 km con un desnivel de aproximadamente 700 m. Yo personalmente prefiero empezar la caminata en el Black Sheep Inn, cruzando la comunidad de Guayama y llegando al filo del cráter donde se encuentra una choza que sirve bebidas y algunos snacks. Dependiendo del ánimo y el estado físico, suelo dar la vuelta al cráter también, pasando por el pico más alto, siguiendo hacia el mirador de Shalalá donde está el balcón de madera y finalizando en el mirador principal del Quilotoa. En otras ocasiones, admiro la increíble vista del cráter y regreso a Chugchilán por el mismo camino—cubriendo cerca de 20 km. Indudablemente, es un entrenamiento excelente antes de hacer alta montaña, ya que se crea resistencia física y mental.


Asimismo, Chugchilán es un centro de actividades ideal para quienes disfrutamos del senderismo y la naturaleza. La mejor caminata corta es la llamada Ruta al Cielo (Sky Walk), diseñada por el gerente del Black Sheep Inn, Edmundo Vega, oriundo de Chugchilán, quien desde pequeño andaba por esas trochas. La vista extensa del Cañón del Río Toachi junto con los cultivos de maíz, chocho o papa que se aprecian en la planicie hacen que el recorrido sea agradable y ligero. Para los que quieran caminar más, pueden bajar hasta el río y seguir el cauce hasta el pueblo de Itualó, donde sube el sendero de vuelta a Chugchilán, pasando por un mirador muy bonito. Finalmente, para los que les interesa una vegetación más tupida, pueden explorar, a pie o en caballo, un remanente de bosque nublado que da hacia la costa ecuatoriana. Aquí se pueden encontrar especies nativas como el pumamaqui, romerillos, bromelias, el shanshi, varias orquídeas y algunas aves.


Muchos turistas continúan hacia Isinliví, otra de las caminatas favoritas desde Chugchilán. Para los que desean completar el circuito, pueden seguir hasta Sigchos o desde el Quilotoa hacia la comunidad de Tigua, famosa por sus pinturas coloridas sobre lienzo de piel de borrego. Aquí nace la leyenda del cóndor, mensajero de los dioses, que es uno de los temas más recurrentes en los cuadros. Dicen que un cóndor quedó captivado por una wambra que pastoreaba ovejas y decidió disfrazarse de hombre usando un poncho rojo para acercarse a ella. El cóndor le ayudó con sus labores y al final del día hizo que la joven se trepara sobre su espalda y salió volando. Al principio la muchacha se asustó, pero mientras volaba se sintió feliz y libre. La familia de la chica salió en su busca con armas. Cuando dieron con el cóndor, preocupados y aterrados, se disponían a matarlo, pero la muchacha defendió al cóndor, porque se había enamorado de él. Escogió quedarse en el peñasco y ella misma se transformó en un bello cóndor.


Anímate a realizar un viaje en pareja o familia a la montaña y descubre este destino adicional dentro de la provincia del Cotopaxi: el Circuito del Quilotoa.





Quilotoa: blue-green paradise


Most couples think about sun, sea and sand when they plan a romantic vacation—a beach in the Caribbean, the Mediterranean or the Mayan Riviera. I, on the other hand, think about the mountains, because it is cozier to spend the night in front of a fire than putting the A/C to full blast. The cold makes you cuddle with your partner, while the heat makes you sweaty and sticky! I don’t deny that the beach is a great place, but for me the mountains are paradise.


In Ecuador, the Andean Mountains are not a homogenous region. It is precisely due to the mountains that we have such diversity because the difference in altitude creates countless microclimates that allow many ecosystems to exist, such as grasslands, moorlands, various types of forests, and glaciers. In recent years, the interest in mountaineering has increased, hence you find several groups, clubs and tourist companies that do trekking and climbing. Since I started to practice mountaineering officially in 2018, I have reached many summits, among them, Cotopaxi, Chimborazo, and Cayambe, but undoubtedly, my favorite place in the Andes is the Quilotoa Loop.



In the summer of 2007, a Polish friend visited me and thanks to him I discovered the Quilotoa Crater Lake, which was formed about 800 years ago after an eruption, in the Cotopaxi province. Back then, the road was unpaved and narrower, so the ride from Quito took almost 5 hours. The only hotel in the area was the Quilotoa Crater Lake, of which my clearest memory are the guinea pigs running across the garden. The handicrafts were sold at an informal open-air market that had several wooden tables sheltered by a black plastic roof. The trail down to the lake was very slippery and steep, similar to nowadays, though there were fewer tourists. Paying for a mule to come back up was USD 2, unlike today that costs USD 10. There was no kayak rental nor a wide selection of restaurants. Indeed, I was surprised by this place, because until then the most beautiful lake I had seen was Cuicocha in Imbabura province.


By the way, I would like to tell you the Quilotoa legend, which incidentally is a love story, like many others that we have about the Andean mountains. It is said that princess Quilotoa was in love with Cotopaxi volcano, but her parents, the Illinizas, disapproved of such relationship, so Quilotoa burst in anger, blowing off her peak, so that rocks reached the foothills of Cotopaxi, and her weeping filled the lake with water.

That same year, I discovered another place that I had not heard of: the Black Sheep Inn. This small hotel located in the village of Chugchilan appeared during my research about eco-friendly lodges in Ecuador that I was doing for my thesis. The owners, an American couple, had arrived to the area in 1995 while backpacking through South America. They bought a piece of land and built a guesthouse without imagining that their business would help put the whole area in the travel radar of tourists around the world. More than 20 years have passed and they have received various awards that recognize their responsible and sustainable management.


Today, the Quilotoa Loop is well-known, especially to foreign tourists. It is ironic how we locals sometimes do not appreciate the natural wonders we have. However, thanks to the improvement of roads and infrastructure there are more Ecuadorian visitors. Although many people come just for the day, it is highly recommended to spend several nights. For example, after a long walk you surely will enjoy the sauna at the Black Sheep Inn. Then, to stretch your muscles, you can practice yoga in the studio or outside on the balcony. For those that prefer less physical activity, you can make use of the other facilities like the frisbee golf course, the volleyball court or the gym.




One of the most popular activities among hikers is the crater rim hike that comprises about 12 km, reaching a maximum altitude of 3,930 masl. Though the favorite hike is from the lake to Chugchilan, or vice versa, that extends 10 km and around 700 m of elevation gain. I personally prefer to start from the Black Sheep Inn, cross Guayama village and reach the crater’s edge, where you find a small hut that sells drinks and snacks. Depending on my mood and physical condition, I sometimes continue along the rim trail, up to the highest point, then to Shalala viewpoint with the wooden balcony and finally getting to the main lookout in Quilotoa. Other times, I admire the incredible crater lake and return to Chugchilan via the same route—covering close to 20 km in a day. Certainly, it is great training before attempting to climb a high summit, since you build physical and emotional resistance.


Likewise, Chugchilan is an ideal hub for activities for those of us who enjoy hiking and the outdoors. The best short hike is the Sky Walk, designed by the Black Sheep Inn’s manager, Edmundo Vega, a native of Chugchilan, who walked these trails from childhood. The expansive view of the Toachi River Canyon along with the crops of corn, potatoes and lupin beans that cover the plateau make the hike feel shorter and lighter. If you want a longer hike, you can walk down to the river and follow the stream until you reach Itualo village, where the trail goes back up to Chugchilan, crossing a nice lookout. Finally, if you fancy a denser vegetation, you can explore, by foot or on horseback, a residual cloud forest bordering the western lowlands. Here you find native species such as the endemic pumamaqui (Oreopanax sp.), podocarpus (romerillo), bromeliads, ink plant (shanshi), various orchids and some birds.







Many tourists continue to Isinlivi village, another of the suggested hikes from Chugchilan. If you wish to complete the loop, you can keep on to Sigchos or from Quilotoa go to Tigua community, famous for its colorful paintings on a sheepskin canvas. The legend of the condor is born here, messenger of the gods, which is a recurring theme on the artwork. The story goes that a male condor was captivated by a young sheepherder, so he decided to disguise himself as a man dressed with a red poncho. The condor helped her with her daily chores and at the end of the day she climbed up his back and he flew away. At first, the girl was scared, but as they flew she felt happy and free. Her family went looking for her carrying weapons. When they found them, they intended to kill the condor, since they were worried about the girl’s safety, but she interfered and defended the condor, because she had fallen in love with him. She chose to stay with him up on the cliff and she herself into a beautiful condor.


We encourage you to travel to the mountains with your partner or your family and explore this alternate destination inside the Cotopaxi province: the Quilotoa Loop.


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