Después de la gran conmoción suscitada por una boda de lujo en el centro histórico de Quito, la coyuntura política, el tono de una carta o la falta de atención en la ortografía de la tan comentada Wedding Planner, nos damos cuenta de que la responsabilidad de un evento grande o pequeño siempre recae en estas hadas blancas.
Pero no, no se confundan, no mencionaremos los riesgos que conlleva esta profesión, más allá de eso, hablaremos de una gran verdad que aqueja a las profesionales de este sector, porque siempre “la culpa es de la Wedding Planner”.
Tiene la culpa de retirar un montaje de carpas de 3 días en 10 minutos para que esté al gusto de la novia.
La Wedding Planner tiene la culpa de lograr que ni los invitados ni los novios se enteren de que el tan afamado Dj contratado no llegó a la fiesta a tiempo y que tuvo que improvisar con Spotify para que nadie sintiera la falta del ambiente, mientras se derrumbaba del estrés.
Tiene la culpa de recuperar los globos que volaron y quedaron en la copa de un árbol antes de la salida de la iglesia y que al final tuvieron final feliz en el mismo cielo.
Además, tiene la culpa de que lloviera en pleno septiembre en la playa, un mes donde no ves ni una gota de agua, pero que sin embargo resolvió los problemas de la locación para que los equipos de sonido no se fundieran por la lluvia.
Tiene la culpa de no descuidar ni un solo detalle a pesar de que el chofer del bus llevara a los invitados a una boda que no era suya, pero al final logró que la ceremonia iniciará solo con 10 minutos de retraso.
También tiene la culpa de cambiar la decoración de la iglesia de horrenda a maravillosa en menos de 10 minutos, porque la boda previa no estaba en el cronograma.
La Wedding Planner tuvo la culpa de arreglar el vestido de Vera Wang que la madre de la novia trajo cambiado por equivocación en un vuelo de 8 horas desde Nueva York.
La Wedding Planner tiene la culpa de no reservar el hotel para el top decorador que terminó en un motel, pero al final tuvieron dónde dormir.
Las bodas no son perfectas; sin embargo, la Wedding Planner sí tiene la culpa de que se vuelvan perfectas.
Esta es una recopilación de experiencias increíbles de varias Wedding Planners del país que convierten una circunstancia adversa en una oportunidad para demostrar su capacidad de resolución de conflictos en cuestión de segundos. Ser parte de este sector no es ni será una tarea fácil y requiere de una interminable paciencia y determinación.
¡Vamos chicas, la vida no sería nada sin estas historias que te sacan mil sonrisas! Al mismo tiempo, nos demuestran lo valiosas que somos en el mundo de las bodas. Al final, el resultado es lo que cuenta.
Y sí, la culpa es de la Wedding Planner.
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